Me encantó descubrir sin proponérmelo la palabra
filoxenia, que aunque no la había oído antes, me resulta muy afín a mi modo de ser, ahora que conozco su primer significado: gusto o afición por lo extranjero. Pues bien, aquí tenemos una maravillosa exposición de lo que puede ser esta palabra entendida con un sentido mucho más amplio y a la vez concreto: amor al prójimo. Y a la vez, se nos presenta traducida en otra palabra:
Besa, que para la población de Albania señala otro aspecto de la conducta en relación con el prójimo. Va más allá de la hospitalidad, porque nace del compromiso de la persona con su propia palabra.
Aunque hay abundante información sobre el significado del código Besa en cuanto a leyes de venganza tipo "ojo por ojo", aquí nos dedicaremos a la otra cara del honor que contienen dichas leyes, precisamente la que encarna valores como el altruísmo y la solidaridad.
http://www.lajuanbjusto.com.ar/web/texto.php?id=313&tipo=o
Besa:
No permanecerás ajeno al sufrimiento de tu prójimo.
“Todos somos responsables de todo,
sobre todo del ser humano,
y yo más que nadie.” (“Los Hermanos Karamazov”, Dostoievski)
Hospitalidad viene del griego
philoksenía (
ϕιλοξενία),
que significa literalmente “amor (afecto o bondad) a los extraños”. Es la
cualidad de recibir y agasajar con amabilidad y generosidad a los invitados e
incluso a los extraños.
En todos los idiomas de los pueblos de la antigüedad existen
términos para referirse a la institución de la hospitalidad. Muestra de ello es
el pueblo albanés, uno de los pueblos más antiguos de Europa. El
Kanun es un conjunto de leyes
en vigor sobre todo en el norte de Albania y Kosovo desde el Siglo XV hasta el
Siglo XX y que se ha restablecido tras la caída del comunismo a principios de
la década de 1990. Estas leyes se basan en la costumbre o tradición y se han
transmitido oralmente de generación en generación, enraizándose en la cultura
albanesa. Recién se codificaron y transcribieron en el Siglo XIX.
El Kanun, que se mantuvo sin demasiados cambios durante la
conversión de la mayor parte de los albaneses al Islam durante el Siglo XVII,
dio origen a instituciones que se han integrado a la esencia del hombre como
una convicción, una norma aceptada y conocida por todos, de obligado
cumplimiento social. Quizá la más importante de esas instituciones sea la Besa,
una obligación con el huésped que es inviolable porque está protegida por el
juramento y por el honor de los que en ella se ven involucrados (anfitrión y huésped).
Besa significa literalmente “mantener la promesa”. “El valor
de la palabra empeñada es la piedra fundamental de un derecho basado en la
costumbre”, sostiene Ismail Kadare. Es un código de honor. Le da sentido al
ser, a la identidad.
El Profesor Saimir Lloja de la Asociación de Amistad
Albano-Israelí expresa: “Besa es la regla de oro... es una autoexigencia moral
que pide a cada albanés que haga lo correcto y que –llegado el caso- se
sacrifique.”
La Besa dirigió la conducta de una nación que dio refugio y
protección a miles de judíos durante la Shoá. Una conmovedora historia de
heroísmo y amor al prójimo, que se mantuvo oculta por 60 años.
Albania, situada en la península balcánica (SE de Europa),
es una pequeña república costera bañada por el Mar Adriático al O y el Mar
Jónico al SO. Limita al N con Montenegro, al NE con Kosovo, al E con República
de Macedonia y al S con Grecia. Su capital y mayor ciudad es Tirana. Es el país
más pobre de Europa. Hasta en Tirana la luz y el gas son servicios
intermitentes y el estado de las carreteras es muy malo.
El pueblo albanés está conformado en su mayor parte por
familias musulmanas pero también por familias coptas, católicas y ortodoxas.
Panaderos, labradores, señoras de su casa, almaceneros, granjeros. Gente
humilde que arriesgó todo, hasta sus propias vidas y las de sus familias, para
salvar al prójimo que llegaba hasta sus hogares pidiendo auxilio.
“El hogar albanés pertenece a Dios y al huésped” (Kanun,
art.602). Cuando alguien abre su casa a otro que necesita ayuda, esa casa se
vuelve santuario. Fernanda Sández , periodista para La Nación, afirma: “Eso fue
Albania para miles de judíos europeos durante la Segunda Guerra Mundial. Un
lugar de amparo a salvo de deportaciones y asesinatos, al que algunos llegaron
a llamar ‘la tierra prometida’.”
En la Europa ocupada por los nazis hubo dos países que se
negaron particularmente a entregar listas de ciudadanos judíos: Dinamarca y
Albania. Dinamarca resguardó a la gran mayoría de su población judía (7.000
sobre 8.000 personas) ayudándolos a escapar a Suecia. Albania consiguió salvar
a todos los judíos albaneses (204, según censo 1931) y a miles de judíos refugiados
provenientes de países como Serbia, Austria, Grecia, Polonia, Montenegro.
Saimir Lloja ha documentado el rescate de 3.240 personas y sigue documentando
nuevos casos.
Albania fue el único país europeo que llegó a tener después
de la guerra una población judía más de diez veces mayor que antes de ella. Una
sola familia judía fue llevada a campo de concentración. Ni un sólo judío murió
en Albania durante la Shoá. Un verdadero milagro.
Autoridades y ciudadanos ayudaron. El Rey Zog I y su Primer
Ministro Meri Frasheri autorizaban la entrada de judíos por las fronteras aun
sabiendo de irregularidades en la documentación. Una vez en Albania, los judíos
se alojaban en casas de familia donde los trataban como huéspedes de honor, les
daban nuevos documentos con nombres locales y los integraban como miembros de
la familia.
Un saco de harina aparecía en el portal de aquella casa a la
cual se sabía que había llegado un huésped judío. En épocas de guerra ese saco
de harina significaba alimento para sobrevivir por varios días para toda una
familia.
“Tenemos huéspedes, por eso Dios nos ha dado buenas cosechas
“, se escuchaba una y otra vez.
Mientras Albania estaba dominada por la Italia de Mussolini,
la situación de los judíos no era tan grave. Tiempo después, con la invasión
nazi en 1943, las persecuciones y la crueldad se intensificaron pero, para ese
entonces, también se había intensificado la determinación de los albaneses.
Cuando los nazis pidieron a las autoridades albanesas una lista de los judíos
presentes en el país –que les fue negada- los judíos fueron sacados de las
ciudades y escondidos en las montañas como pastores locales.
Norman Gershman, fotógrafo estadounidense, viajó a Albania y
Kosovo en 2003 para investigar el tema. Gracias a la intervención de la
Asociación de Amistad Albano-Israelí, pudo adentrarse en aquella historia
silenciada durante 60 años, en un principio por el régimen comunista que siguió
a la guerra y, luego, por la necesidad imperiosa de no recordar tanto horror,
pero también porque los albaneses no sentían que estaban haciendo algo
especial, tan sólo lo correcto.
Gershman realizó un gran número de entrevistas. Registró
relatos individuales que acompañó con retratos de los descendientes de aquellos
héroes anónimos. En los retratos incluye objetos que los refugiados dejaron
atrás como fotos, libros de oración, algunos caracoles, vajilla, máquinas de
coser, y que son guardados por los albaneses con amoroso respeto. Este trabajo
se concretó en una exhibición itinerante y en un libro de retratos y relatos.
Según Jed Morey, miembro del Directorio del Holocaust
Memorial and Tolerance Center (HMTC) del condado de Nassau, E.E.U.U., lo
sucedido en Albania nos permite apreciar como la Besa, un concepto
fundamentalmente secular, trasciende la ideología y la religión revelándose
como un elemento esencial a todas las religiones en su nivel más puro. Muestra
la capacidad del ser humano de encarnar el amor al prójimo y defender la Vida
frente a las tiranías.
El mensaje profundo de Besa es comprender y respetar al otro
como lo que es: un hermano.
Beth Lilach, Directora del Área de Educación del HMTC, nos
invita a soñar: “Imaginen un mundo donde Besa existiera en el alma de cada ser
humano...”
En el Memorial Yad Vashem de Jerusalem están grabados los
nombres de numerosas familias albanesas que fueron distinguidas en 2007 con el
más alto galardón que concede el Estado de Israel a un no judío: el premio
Justos entre las Naciones.
Seres humanos que arriesgaron sus vidas por otros seres
humanos sencillamente por hacer lo correcto.